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El rector opina: Primero la Ética, segundo la Ética… siempre la Ética
Con motivo de la última elección rectoral, en la que tanto la comunidad académica como el honorable Consejo Superior Universitario, valoraron -una vez más- mi hoja de vida, experiencia y resultados al frente de la UNAD, por ya 19 años, volvió a aparecer un pequeño grupo de críticos de Jaime Alberto Leal Afanador que, inconformes con la renovación de la confianza en mi gestión, han recurrido a múltiples calumnias y acusaciones sin fundamento, así como a revivir investigaciones que muy diversas instancias del Estado me han hecho y que -todas- han sido debidamente concluidas y falladas a mi favor por no hallar mérito alguno.
Para que esas denuncias no afecten a la UNAD, ni desgasten la agenda y gestión del rector, he decidido no responder públicamente a las mismas ni a través de los medios masivos de comunicación, y -como debe ser- he dejado que sean las instancias de investigación y judiciales las que actúen, en desarrollo del constitucionalmente establecido derecho a la defensa y al debido proceso, que indican que mientras que no se compruebe la efectiva existencia de una falta, “toda persona debe considerarse inocente hasta no probarse lo contrario”.
En la usanza de algunos medios de comunicación puedo dar fe que ello no ha sido así y que por el contrario desde hace varios años mi nombre se ha estigmatizado en titulares que me tildan como el más pérfido de los corruptos y ladrones.
Por mi parte, y advierto sin posar de víctima, he sido juicioso al enviar a dichos medios y casi de inmediato para que se difundan copia de los fallos que han emitido a mi favor jueces, tribunales y entes de control. Lamentablemente varios de ellos no se difunden o solo aparecen marginalmente mencionados, a diferencia del titular de primera página o de la emisión de la noticia escandalosa que, sin fundamento, agrede mi dignidad.
Reflexiono de esta manera porque en ninguna de las infundadas denuncias existe dolo; porque sus promotores son exfuncionarios de la UNAD -conocidos por la propia comunidad- que fueron retirados de la Universidad por improductivos o por atender a intereses distintos a los de la Institución, o son terceras personas que buscan ganar protagonismo en redes sociales; porque directivos y profesores de la Universidad pueden dar fe de la actuación de quien escribe estas líneas; porque una conciencia recta ha orientado mis actuaciones, y porque los hechos que se denuncian como “supuestas irregularidades” (en temas relacionados con contratación, legalmente justificados) reglamentariamente están justificados en el ámbito de la Autonomía Universitaria, consagrada y respaldada por el régimen legal colombiano.
Tanto la UNAD como su rector son la expresión de una preocupación ética porque la equidad, la justicia, las oportunidades y el compromiso de esta Universidad -la más grande del país con más de 200 mil personas-, solamente son posibles en un ambiente de respeto, de promoción de los valores, de tolerancia y de un actuar correcto. Ninguna de las personas que me tratan, de tiempo atrás, puede decir que Jaime Alberto Leal Afanador desconoce la ética a favor del derecho. Mi actuar siempre ha estado orientado por un irrestricto respeto de la norma y del principio universal de la ética (expresado de diferentes formas en todos los contextos religioso-culturales: Evangelio, Confucio, Mahabharata, Budismo, el Talmud, el Corán…) de que uno no debe hacer a los demás lo que no quisiera que se le hiciera.
Es cierto que hay momentos en donde la ética y el derecho se distancian. Debates como los relacionados con la equidad en la tributación, la vida humana en el aborto, la libertad en el consumo de drogas, la autoridad en el uso de la fuerza pública, y el derecho de conciencia frente al silencio o la denuncia, son algunos de los muchos dilemas que enfrentan la ley con el actuar moral (en lo cultural) y ético (en lo científico).
En mi condición de persona, padre de familia, educador y rector, siempre he promovido la orientación del actuar hacia el bien común. Y de verme enfrentado al dilema entre la ética y la ley, siempre preferiré la tranquilidad de conciencia.
Aquí me identifico con el pensamiento del religioso italiano Achille Damiano Ambrogio Ratti (Su Santidad Pío XI) cuando señaló que “sin moral, no hay derecho, sino arbitrio, violencia, libertinaje”.
Es lo que, en el ámbito formativo, siempre ha inspirado a la UNAD y sus principios de respeto, tolerancia, convivencia, libertad de pensamiento, inclusión y gestión. Gracias a ello la UNAD es una universidad con un óptimo clima laboral, con mínimos niveles de rotación, calidad en sus procesos, respeto, sacrificio y compromiso de parte de toda su comunidad.
Si la ética no orientara la actuación de su rector y sus principios filosóficos y deontológicos, no sería una universidad con una óptima gobernabilidad, con acreditación de alta calidad y un referente nacional.
Si la ética no orientara la actuación de la UNAD, y de su rector, la promoción por méritos no existiría, la trampa y el fraude laboral y académico no serían castigados, y sus cientos de miles de procesos, evaluaciones, contratos y decisiones del día a día estarían viciadas, lo cual nunca se ha dado.
Porque detrás de las formas del proceso académico y la dirección, lo que da vida a una Universidad como la UNAD, es el ejemplo de sus directivos, el compromiso de su equipo de colaboradores, la pasión de sus estudiantes y el respeto íntegro al actuar de todos. Un principio ético que seguimos es el de respetar y acoger la ley, y siempre, antes y después de la ley, al bien común.
Reconozco que esta discusión académica existe entre prestigiosos juristas del mundo. Mientras que para algunos se prioriza la postura, que particularmente comparto, según la cual la ética primero, el derecho… después, para otros se plantea desde otro punto de vista “la ética es una cosa y el derecho es otra”.
Si bien este segundo concepto es válido a la luz de la teoría jurídica, debo señalar públicamente que personalmente no comparto ni me identifico con ese pensamiento y que, dada mi condición de rector de un centro de educación superior colombiano, nunca lo he promovido ni promoveré como criterio de actuación ni personal ni institucional.
Muchas gracias,
Jaime Alberto Leal Afanador
Rector